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Cooperación estratégica

Ariel Guarco - presidente de COOPERAR, miembro del Consejo Mundial de la Alianza, presidente de la Cooperativa Electrica de Pringles, presidente de la Federación de Cooperativas de Electricidad y Servicios Públicos de la Provincia de Buenos Aires (FEDECOBA).

La relación del movimiento cooperativo con el Estado (con los estados en todos sus niveles) siempre ha sido compleja. A veces un poco más cercana, otras un poco más lejana, dependiendo en todo caso de las políticas públicas implementadas y de la capacidad del sector para saber aprovechar los espacios en cada contexto histórico. Lo verdaderamente importante es construir bases sólidas y firmes que permitan afrontar mejor los tiempos de crisis y ser en todo momento actores sociales de peso. Para eso, es fundamental tejer alianzas con todos los sectores de la Economía Social Solidaria: mutuales, pymes, sindicatos, estudiantes. Y por supuesto con el Estado, para que nos vea como socios estratégicos para el desarrollo económico, social y medioambiental de una sociedad que nos incluya a todos.


Una mirada hacia el interior nos permite valorar positivamente que existen condiciones de trabajo y de desarrollo local que son verdaderas y perdurables en el tiempo. Eso, sumado al conocimiento adquirido en este proceso, nos permite atravesar mejor situaciones críticas producto de modelos económicos desfavorables.


En este sentido, en el libro “El capital y la trampa de la deuda”, Claudia Sanchez Bajo y Bruno Roelants afirman que las cooperativas no solo son más resistentes en contextos de crisis, sino que son resilientes. Y eso está dado por la capacidad analítica que tiene el sector de la Economía Social Solidaria, a través de ese doble estándar de tiempo que se necesita para tomar decisiones.


Por eso, lo primero que debe hacerse es interpelar todo lo que está hecho, no tomar a la cooperativa como la instancia ideal que tiene solución a todos los problemas, sino como una forma organizativa que se ha construido durante 170 años, pero que necesita seguir siendo interpelada para poder ser apropiada por toda la sociedad.


Y hacia afuera, no existe ninguna posibilidad de afirmar la incidencia del cooperativismo en la organización del territorio y en la defensa de los intereses de los asociados sino es a través de una relación virtuosa con el Estado. De lo contrario, el sector carecerá de la escala económica y política adecuada para disputar los espacios de poder frente a los intereses económicos concentrados, que siguen ejerciendo un rol dominante en el mundo.


Lo ideal es sellar alianzas estratégicas con el Estado, teniendo en cuenta la autonomía e identidad de cada uno de los actores, entendiendo sus compromisos y responsabilidades. De este modo, si el Estado avanza en políticas públicas activas deberá hacerlo procurando orientar estrategias de desarrollo que incluya a las cooperativas y no que atente contra ellas. Y como sector tenemos que ser capaces de transmitirles que el cooperativismo no es un problema, sino parte de la solución.


En definitiva, al mundo lo están manejando entre unos pocos. Y eso es tan grave que nadie puede resolverlo individualmente. La solución es juntarse y entender que nadie puede solo, sino será muy difícil y dentro de algunos años nada habrá cambiado•




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